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Eugenio Montale: Huesos de sepia y otros poemas

Índice de Contenidos

Eugenio Montale

HUESOS DE SEPIA Y OTROS POEMAS

 

 

 

 

Selección y traducción de Carlo Frabetti.

Los poemas de Eugenio Montale están recogidos en seis libros: Huesos de sepia (Ossi di seppia, 1925), Las ocasiones (Le occasioni, 1939), La tormenta y otras cosas (La bufera e altro, 1956), Satura (Satura, 1971), Diario del 71 y del 72 (Diario del ’71 e del ’72, 1973) y Cuaderno de cuatro años (Quaderno di quattro anni, 1977). Estos seis títulos estas divididos en un total de veintinueve partes o capítulos, y comprenden unos quinientos poemas.

Del primer libro, Hueso de sepia, se ofrece íntegras las seis primeras partes (además de la última –Riberas-, que consta de un solo poema), con excepción del poema ‹Minstrels›, que el autor añadió tardíamente al capítulo Movimientos, en la edición de su poesía completa (Mondadori, Milán, 1977). Los otros cinco libros de Montale también están representados en esta antología, así como todos y cada uno de los capítulos en que están divididos, aunque, por razones de extensión, algunos capítulos sólo se haya podido incluir uno o dos poemas.

Los noventa poemas aquí reunidos representan aproximadamente una quinta parte de la obra poética de Montale, aunque la proporción no es la misma para todos sus libros: se ha dado clara preferencia al primero y más famoso de sus poemarios, Huesos de sepia, por ser no sólo el más representativo sino también el más traducible y ‹exportable› fuera del contexto cultural italiano.

Uno de los aspectos más intraducibles de la poesía de Montale lo constituye su frecuente uso irónico de la métrica y la rima consonante. He renunciado, en la mayoría de los casos, a buscar juegos equivalentes, pues ello me hubiera obligado a apartarme del original más de los que considero lícito. Sin embargo, en algunos casos en que la afinidad entre el castellano y el italiano lo permitía, he conservado las cuñas de rimas y metros clásicos que el autor intercala –como pequeños ‹alborotadores desde el orden›- en sus composiciones en verso libre.

En cuanto a la puntuación, la mayor flexibilidad del italiano en el uso de las comas y otros signos hace a veces poco claros los límites entre la ortodoxia y la subversión; por eso he optado por aplicar, en general, los criterios propios del castellano, excepto en los casos en que es obvia la intención del autor de transgredir las reglas de puntuación, que he respetado. También he respetado la costumbre de Montale de utilizar palabras extranjeras a latinas sin destacarlas en cursiva, reservando el subrayado para fines enfáticos.

Espero, en suma, que algo del genio sutilísimo y del irreductible humor de este extraordinario poeta haya sobrevivido a mi traducción.

CARLOS FRABETTI

 

 

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HUESOS DE SEPIA 1920-1927

 

 

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IN LIMINE

 

GOZAS SI EL VIENTO QUE ENTRA EN EL POMAR

vuelve a traer la oleada de vida: aquí donde se hunde un muerto amasijo de memorias

huerto no era sino relicario.

El aleteo que oyes no es un vuelo, sino el conmoverse del eterno regazo; ves cómo se transforma este pedazo de tierra en un crisol.

Ira a este lado del abrupto muro.

Si avanzas te tropiezas

quizá con el fantasma que te salva:

se componen aquí las historias, los actos borrados por el juego del futuro.

Busca una malla rota en la red

que nos oprime, ¡salta fuera, huye!

Ve, por ti lo he pedido –ahora la sed

me será leve, menos acre la herrumbre…

 

 

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MOVIMIENTOS

 

 

LOS LIMONES

 

Escucha, los poetas laureados

se mueven solamente entre las plantas

de nombres poco usados: boj ligustro o acanto Yo amo los caminos que dan a las herbosas zanjas donde en los charcos

medio secos agarran los muchachos

alguna anguila exhausta:

los senderos que siguen los ribazos,

bajan entre penachos de las cañas

y llevan a los huertos, entre los limoneros.

Mejor si al algazara de los pájaros

engullida por el azul se apaga:

más claro se oye el susurro

de las ramas amigas en el aire que casi no se mueve, y los sentidos de este olor

que no sabe despegarse de la tierra

y llueve en el pecho una dulzura inquieta.

Aquí de las entretenidas pasiones

milagrosamente calla la guerra,

aquí también a los pobres nos toca nuestra parte de riqueza y es el olor de los limones.

Ves, en este silencio en que las cosas se abandonan y próximas parecen

a traicionar su último secreto,

a veces uno espera

descubrir un error en la Natura,

el punto muerto del mundo, eslabón que cede, el hilo a desenredar que finalmente nos lleve al centro de una verdad.

La mirada escudriña alrededor,

la mente indaga acuerda desune

en el perfume que se desborda

cuando más languidece el día.

Son los silencios en los que se ve

en cada sombra humana que se aleja

alguna turbada Divinidad.

Pero falta la ilusión y nos devuelve el tiempo

a las ciudades ruidosas donde el azul se muestra sólo a pedazos, en lo alto, entre los cimacios.

La lluvia fatiga la tierra, después; se agolpa

el tedio del invierno sobre las casas,

la luz se vuelve avara, amarga el alma. Cuando un día por un mal cerrado portal entre los árboles de un patio

se nos muestra el amarillo de los limones; y el hielo del corazón se derrite,

y en el pecho nos vierten

sus canciones

las trompetas de oro de la solaridad.

 

 

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CUERNO INGLÉS

 

El viento que esta tarde toca atento

-recuerda un sacudir de láminas metálicas-

los instrumentos de los frondosos árboles y barre el cobrizo horizonte

donde cintas de luz se detienen

como aquilones al cielo que retumba

(¡Nubes viajeras, claros

reinos de allá arriba! ¡De los altos Eldorados puertas mal cerradas!)

y el mar que escama a escama,

lívido, cambia de color

lanza a tierra una tromba

de espumas retorcidas;

el viento que nace y muere

en la hora que lenta se ennegrece

te tocase esta tarde también a ti

desafinado instrumento,

corazón.

 

 

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CASÍ UNA FANTASÍA

 

Amanece, lo presiento

por un albor de vieja

plata en las paredes:

lista una vislumbre las ventanas cerradas.. Vuelve el advenimiento

del sol y las difusas

voces, los acostumbrados estrépitos no trae.

¿Por qué? Pienso en un día encantando y del tiovivo de horas demasiado iguales me resarzo. Desbordará la fuerza

que me hinchaba, inconsciente mago, desde largo tiempo. ahora me asomaré, destruiré altas casas, despojos callejeros.

Tendré ante mí un pueblo de intactas nieves pero leves como vistas en un tapiz. Resbalará algodonoso un lento rayo.

Selvas y colinas llenas de invisible luz

me harán el elogio de los festivos retornos.

Contento leeré los negros

signos de las ramas sobre el blanco como un alfabeto esencial.

Todo el pasado en un punto aparecerá ante mí.

No turbará sonido alguno

esta alegría solitaria.

Cruzará el aire

o se posará sobre una estaca

algún gallito de marzo.

 

 

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FALSETE

 

Esterina, los veinte años te amenazan, grisrosada nube

que poco a poco en sí te encierra.

Lo entiendes y no te asustas.

Te veremos sumergida

en la humareda que el viento

rasga o espesa, violento.

Después saldrás de la borrasca de ceniza más adusta que nunca,

vuelto hacia una aventura más lejana

el atento rostro que te asemeja

a la arquera Diana.

Ascienden los vientos otoñales,

te envuelven idas primaveras;

ahora para ti repica

un presagio en las elíseas esferas.

¡No te rinda un sonido

cual de rajado cántaro

golpeado!; pido sea

para ti concierto inefable

de cascabeles.

El incierto mañana no te asusta. Airosa te tiendes

sobre el escollo reluciente de sal y al sol quemas tus miembros. Recuerdas al lagarto

quieto en la desnuda roca;

te insidia juventud,

como el lazo de hierba de un chiquillo.

El agua es la fuerza que te templa,

en el agua te encuentras y te renuevas:

te imaginamos como un alga, un guijarro, como una criatura marina

a la que la sal no ataca

sino que retorna más pura a la orilla. ¡Cuánta razón tienes! No turbes

con malos presagios el sonriente presente. Tu alegría compromete ya al futuro

y un encogerse de hombros

derroca los reductos

de tu mañana oscuro.

Te alzas y avanzas por el puentecillo exiguo, sobre el remolino que chilla:

tu perfil se recorta

contra un fondo de perla.

Titubeas encima de le trémula tabla, ríes, y como desprendida de un viento te echas en los brazos

de tu divino amigo, que te aferra.

Nosotros te miramos, los de la raza que permanece en tierra.

 

 

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CAFÉ EN RAPALLO I

 

Navidad en el invernáculo

reluciente, decorado por los humos que las tazas desprenden, velado temblor de luces tras los cerrados cristales, perfiles de mujeres

en el gris, entre relámpagos de gemas y jaspeados de sedas…

¡Han llegado a tus playas nativas,

las nuevas Sirenas!; y aquí faltas tú Camilo, amigo, historiador

de avideces y de escalofríos.

Se oye el gran alboroto en la calle.

Fuera ha pasado

la indecible música

de las trompetas de hojalata

y delos agudos platillos de los niños: ha pasado la música inocente.

Un mudo gnomo caminaba

con estruendo de muletos y carretillas, entre un lamento de carneros

de cartón piedra t un resplandor

de sables de papel de plata.

Pasaron los Generales

con sus gorras de cartón

y empuñaban lanzas de turrón; después vinieron los gregarios

con velas y faroles,

y las tintineantes cajas

del vulgar sonido,

tenue río que encanta

el incierto ánimo:

(maravilloso oía).

La horda pasó con el ruido

de un tumultuoso rebaño

que el reciente trueno espanta.

Lo acogió el pasto

que para nosotros ya no verdea.

 

 

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POESÍAS PARA CAMILO SBARBARO

 

 

 

EPIGRAMA II

 

Sbarbaro, extravagante muchacho, pliega versicolores papeles y hace barquitos que confía al lodo

móvil de un arroyo; míralos irse fuera.

Sé por él precavido, hombre de bien que pasas:

con tu bastón alcanza la delicada flotilla,

que no se pierda; guíala a un puertecito de guijarros.

 

 

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SARCÓFAGOS

 

DÓNDE VAN LAS RIZADAS DONCELLAS

que llevan las colmadas ánforas sobre los hombres y tienen el firme paso tan ligero;

y al fondo la embocadura de un valle

en vano espera a las bellas

a las que sombra da una pérgola de viña,

y los racimos penden oscilando.

El sol que asciende,

las confusas laderas

no tienen color: en el blando

minuto la naturaleza fulminada

expresa sus felices

criaturas, madre no madrastra,

en levedad de formas.

Mundo que duerme o mundo que se ufana

de inmutable existencia, ¿quién puede decirlo?, hombre que pasas, dale tú

la mejor ramita de tu huerto.

Después sigue: en este valle

no hay alternancia de oscuridad y luz.

Lejos de aquí, tu camino te conduce,

para ti no ha asilo, estás demasiado muerto:

sigue le curso de tus estrellas.

Y por lo tanto, adiós, rizadas niñas,

llevad las colmadas ánforas sobre los hombros.

 

 

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AHORA SEA TU PASO

más cauto: aun tiro de piedra

de acá se te prepara

una más rara escena.

La puerta corroída de un templete

está cerrada para siempre.

Una gran luz se difunde

sobre el herboso umbral.

Y aquí donde humanas pisadas

no sonarán o ficticio dolor,

vigila tendido en el suelo un magro can. Nunca más se moverá

en esta hora que se adivina sofocante. Sobre el tejado asoma

una nube grandiosa.

 

 

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EL FUEGO QUE CHISPORROTEA

en la chimenea reverdece

y aire oscuro gravita

sobre un mundo indeciso. Un viejo cansado duerme junto a un morillo

el sueño del abandonado.

En esta luz abisal

que imita el bronce, ¡no te despiertes, durmiente! Y tú, caminante,

avanza despacio; pero antes

una rama añade a la llama

del hogar y una piña

madura a la cesta arrojada

en el rincón: caen a tierra

las provisiones reservadas

para el viaje final.

 

 

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MÁS DÓNDE BUSCAR LA TUMBA del amigo fiel y de la amante;

la del mendigo y la del muchacho; dónde encontrar un asilo

para esos que reciben el ascua

de la original llamarada;

¡oh, por un signo de paz leve como un juego

la urna sea marcada!

Deja la taciturna multitud de piedra

por las abandonas lastras

que a veces tienen grabado

el símbolo que más conmueve

ya que el llanto y la risa

igualmente brotan, gemelos.

Lo mira el triste artesano que al trabajo se dirige y ya le late en las muñecas una voluntad ciega. Entre ellas busca un friso primordial

que sepa por el recuerdo que anticipa

llevar el alma ruda

por caminos de dulces exilios:

un insignificancia, un girasol que se abre

y alrededor una danza de conejos…

 

 

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VIENTO Y BANDERAS

 

La ráfaga que alzó el amargo aroma del mar a las espiras de los valles,

y te embistió, te alborotó el cabello, ovillo breve contra el cielo pálido;

El viento que el vestido pegó al cuerpo

y te moduló rápido a su imagen,

cómo ha vuelto, tú lejana, a estas

piedras que ofrece el monte a la vorágine;

y cómo apagada la furia ebria

reencuentra ahora el jardín el sumiso hálito que te meció, tendida en la hamaca,

entre los árboles, entre tus vuelos sin alas.

¡Ay de mí, nunca dos veces configura

el tiempo de igual modo los granos! Y es nuestra salvación: porque, si sucediera, junto con la naturaleza, nuestra fábula ardería en un relámpago.

Desbordamiento que no se repite –y ahora da vida a un grupo de moradas que extendidas

ante la mirada sobre el flanco de un declive

se atavían de adornos y paveses.

El mundo existe… Un estupor detiene

el corazón que cede a los errantes íncubos, mensajeros del véspero; y no cree

que los hambrientos tengan una fiesta.

 

 

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OTROS VERSOS

 

 

 

ARISTA SALIENTE DEL MURO

 

Arista saliente del muro

como el índice de un

reloj de sol que escande la carrera

del astro y la mía, breve;

a la vez señalas los crepúsculos

y te clavas en el yeso

que embebe la luz de encendidos

reflejos –y te aburre la rueda

de sombra que sobre el plano despliegas: un tedio infinito la vuelta

que desprende de ti una difusa semblanza como de humo

y oprime con su espesa

cúpula nunca deshecha.

Pero ya no das sombra esta mañana a tu sostén y un velo

que en la noche has arrancado

a una horda invisible pende

de tu extremo y resplandece

a los primeros rayos. Allá abajo

donde se descubre la llanura

del mar, un tres palos cargado

de chusma y de botín inclina

la borda ante una ráfaga, y se aleja.

Quien está arriba y se asoma se apercibe de que brilla la cubierta y el timón

en el agua no abre un surco.

 

 

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HUESOS DE SEPIA

 

NO NOS PIDAS LA PALABRA QUE EXAMINE POR CADA LADO nuestro ánimo informe,

y con letras de fuego

lo proclame y resplandezca como un croco

perdido en medio de un polvoriento prado.

¡Ah, el hombre que se va seguro,

de los demás y de sí mismo amigo,

sin preocuparse de su sombra, que la canícula imprime sobre un desconchado muro!

No nos pidas la fórmula que mundos pueda abrirte, sí alguna sílaba seca y retorcida como una rama. Sólo eso podemos decirte,

lo que no somos, y lo que no queremos.

 

 

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SESTEAR PÁLIDO Y ABSORTO

SESTEAR PÁLIDO Y ABSORTO

junto a la candente tapia del huerto, escuchar entre los ciruelos y los gamonitos chasquidos de mirlos, rumor de sierpes.

En las grietas del suelo o sobre la arveja espiar las filas de rojas hormigas

que ora se rompen ora se trenzan

sobre minúsculos montículos.

Observar entre frondas el palpitar lejano de escamas de mar

mientras se elevan trémulos crujidos de cigarras desde los calvos picos.

Y andando bajo el sol que ciega sentir tristemente maravillado cómo es toda la vida y su fatiga en este recorrer una muralla coronada de trozos de botella.

 

 

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NO TE REFUGIES EN LA SOMBRA

NO TE REFUGIES EN LA SOMBRA de la verde espesura

como el halcón que se abalanza fulmíneo en la canícula.

Es hora de dejar el cañaveral frágil que parece adormecerse y de mirar las formas

de la vida que se resquebraja.

Nos vemos en un polvillo

nacarados que vibra,

en un deslumbramiento que envisca los ojos y nos debilita.

Además, lo notas, en el juego de áridas olas que empereza esta hora de desazón

no lanzamos ya en un remolino sin fondo nuestras vidas errantes.

Como aquel claustro de peñascos que parece deshilacharse

en telarañas de nubes;

así nuestros ánimos abrasados

en los que la ilusión quema un fuego lleno de ceniza

se pierden en la serenidad de una certeza: la luz.

 

 

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A K.

Recuerdo tu sonrisa, y es para mí una agua límpida vista al azar en la pedrera de un arenal,

exiguo espejo en el que mira una hiedra sus corimbos; y encima el abrazo de un tranquilo cielo blanco.

Este es mi recuerdo; no sabría decir, tan lejos,

si en tu rostro se expresa libre un alma ingenua,

o si eres de esos errantes que el mal del mundo extenúa y llevan su sufrir consigo como un talismán.

Mas esto puedo decirte, que tu evocada efigie

sumerge las extravagantes inquietudes en una oleada de calma, y que tu imagen se insinúa en mi gris memoria

limpia como la copa de una joven palmera…

 

 

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VIDA MÍA, NO TE PIDO RASGOS

VIDA MÍA, NO TE PIDO RASGOS fijos, rostros plausibles o poseídos.

En tu girar inquieto el mismo sabor tienen ya miel y ajenjo.

El corazón que desprecia todo movimiento raramente es agitado por sobresaltos.

Así suena a veces en el silencio

del campo un disparo de fusil.

 

 

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TRÁEME EL GIRASOL

TRÁEME EL GIRASOL PARA QUE LOS TRASPLANTE a mi tierra quemada por la sal,

y muestre todo el día al azul espejeante

del cielo la ansiedad de su rostro amarillento.

Tienden a la claridad las cosas oscuras, se consumen los cuerpos en un fluir

de colores: esos en música. Desvanecerse es, pues, la mayor de las venturas.

Tráeme tú la planta que conduce donde surgen rubias transparencias y se evapora la vida cual esencia; tráeme el girasol enloquecido de luz.

 

 

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A MENUDO HE HALLADO EL MAL DE VIVIR

A MENUDO HE HALLADO EL MAL DE VIVIR: era el arroyo estrangulado que borbolla,

era el enroscarse de la hoja

requemada, era el caballo desplomado.

Del bien no supe, fuera del prodigio

que revela la divina Indiferencia:

era la estatua en la somnolencia

del mediodía, y la nube, y el halcón en lo alto.

 

 

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LO QUE DE MÍ SUPISTE

LO QUE DE MÍ SUPISTE no fue más que el revoque, la túnica que envuelve nuestra humana ventura.

Y quizá más allá del tejido estaba el azul tranquilo; vedaba el límpido cielo sólo un sello.

O en verdad era la extravagante mutación de mi vida,

el abrirse de un ardiente

gleba que nunca veré.

Quedó, pues, esta corteza

como mi sustancia verdadera; el fuego que no se apaga

para mí se llamó: la ignorancia.

Si veis una sombra, no es

una sombra: yo soy.

Si pudiera desprenderla de mí, ofrecérosla como presente.

 

 

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PORTOVENERE

PORTOVENERE

Allí emerge el Tritón

de las olas que lamen

los umbrales de un cristiano templo, y toda hora próxima es antigua. Toda duda

se lleva de la mano

como una muchachita amiga.

Allí no hay quien se mire

o esté a la escucha de sí mismo. Allí estás en los orígenes

y decidir es necio:

más tarde volverás a partir para asumir un rostro.

 

 

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CONOZCO LA HORA EN QUE LA CARA MÁS IMPASIBLE

CONOZCO LA HORA EN QUE LA CARA MÁS IMPASIBLE es cruzada por una cruda mueca:

se revela un instante una pena invisible.

No lo nota la gente de la atestada calle.

Vosotras, palabras mías, traicionáis en vano la mordedura secreta, el viento que en el corazón sopla.

La más cierta razón es de quien calla.

El canto que solloza es una canto de paz.

 

 

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GLORIA DEL VASTO MEDIODÍA

GLORIA DEL VASTO MEDIODÍA

cuando los árboles no dan sombra,

y más y más se muestran en torno

por exceso de luz, las apariencias, leonadas.

El sol, en lo alto, y un seco arenal.

Mi día, por tanto, no ha pasado:

la hora más bella está al otro lado del muro que encierra en un ocaso revocado.

La sequedad, alrededor; un martín pescador da vueltas sobre una reliquia de vida.

La buena lluvia está más allá de la desolación, pero en la espera está la dicha más completa.

 

 

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FELICIDAD LOGRADA

FELICIDAD LOGRADA, SE CAMINA por ti sobre el filo de una espada.

A los ojos eres fulgor que vacila,

al pie, rígido hielo que se agrieta;

que no te toque, pues, quien más te ama.

Si llegas a las almas invadidas

de tristeza y las iluminas, tu mañana

es dulce y turbadora como los nidos de los cimacios. Pero nada compensa el llanto del niño

cuyo globo se escapa entre las casas.

 

 

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EL CAÑAVERAL APUNTA SUS BROTES

EL CAÑAVERAL APUNTA SUS BROTES en la serenidad que no se rasga:

el huerto sediento asoma hirsutas ramitas tras los cercados, al bochorno estancado.

Asciende una hora de espera al cielo, vacía, del mar que se vuelve gris.

Un árbol de nubes sobre el agua

crece, después cae como ceniza.

Ausente, cuánta falta haces a esta región

que te presiente y sin ti se consume:

estás lejos y por ello todo divaga

desde su surco, se derrumba, desaparece en bruma.

 

 

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TAL VEZ UNA MAÑANA YENDO POR UN AIRE DE VIDRIO

TAL VEZ UNA MAÑANA YENDO POR UN AIRE DE VIDRIO, árido, veré, volviéndome, cumplirse el milagro;

la nada a mis espaldas, el vacío detrás

de mí, con un terror de borracho.

Después, en una pantalla aparecerán de golpe árboles casas colinas para el engaño usual.

Pero será demasiado tarde; y me iré callado

entre los hombres que no se vuelven, con mi secreto.

 

 

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VALMORBIA, CORRÍAN POR TU FONDO

VALMORBIA, CORRÍAN POR TU FONDO floridas nubes de plantas en la brisa.

Nacía en nosotros, movidos por el ciego azar, olvido del mundo.

Callaban los disparos, en el regazo solitario no se oía más que el ronco Leno.

Se abría un cohete sobre su tallo, débil lagrimeaba en el aire.

Las noches claras eran todas un alba

y traían zorras a mi gruta.

Valmorbia, un nombre –y ahora en la pálida memoria, tierra donde no anochece.

 

 

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TENTABA VUESTRA MANO EL TECLADO

TENTABA VUESTRA MANO EL TECLADO, vuestros ojos leían en la hoja

los imposibles signos; y se quebraba

cada acorde como una voz afligida.

Comprendí que todo, alrededor, se enternecía al veros trabada indefensa ignorante

del lenguaje más vuestro: gemía

tras los vidrios entornados la mar clara.

Pasó por el recuadro azul una fugaz danza

de mariposas; una rama se agitó al sol.

Ninguna cosa próxima encontraba sus palabras, y era mía, era nuestra, vuestra dulce ignorancia.

 

 

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LA FARÁNDULA DE LAS NIÑOS SOBRE EL ARENAL

LA FARÁNDULA DE LAS NIÑOS SOBRE EL ARENAL era la vida que brota de la sequedad.

Crecía entre escasas cañas y malezas

el césped humano en el aire puro.

El caminante sentía como un suplicio

su despago de las antiguas raíces.

En la florida edad de oro sobre las felices orillas incluso un nombre, un ropaje, era un vicio.

 

 

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DÉBIL SISTRO AL VIENTO

DÉBIL SISTRO AL VIENTO de una perdida cigarra, tocado apenas y extinguido en el torpor que exhala.

Propaga desde lo profundo en nosotros la vena secreta: nuestro mundo

se sostiene apenas.

Si los señales, en el aire gris tiemblan corrompidos los vestigios

que el vacío no engulle.

El gesto después se anula, toda voz calla,

desciende a su desembocadura la vida desnuda.

 

 

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CHIRRÍA LA GARRUCHA DEL POZO

CHIRRÍA LA GARRUCHA DEL POZO, el agua sube a la luz y con ella se funde. Tiembla un recuerdo en el colmado cubo, en el puro círculo una imagen ríe.

Acerco el rostro a evanescentes labios:

se deforma el pasado, se hace viejo, pertenece a otro…

Ah, que ya rechina la rueda, te devuelve al otro fondo,

visión, una distancia nos divide

 

 

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ABORDA EN LA CHAMUSCADA ORILLA

ABORDA EN LA CHAMUSCADA ORILLA

las naves de cartón, y duerme,

muchachito patrón: que no oigas

los malévolos espíritus que en formación velejan.

En el cercado del huertecillo revolotea el búho

y las chamizas de los tejados son pesadas.

El instante que arruina la obra lenta de meses

llega: ora resquebraja secretamente, ora arranca en un soplo.

Viene el desgarro; quizá sin estrépito.

Quien ha edificado siente su condena.

Es la hora en que sólo se salva la barca al pairo. Amarra tu flota entre los setos.

 

 

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ABUBILLA, ALEGRE PÁJARO CALUMNIADO

ABUBILLA, ALEGRE PÁJARO CALUMNIADO por los poetas, que enderezas tu cresta

sobre el aéreo palo del gallinero

y como un falso gallo giras al viento;

nuncio primaveral, abubilla, para ti se detiene el tiempo, nunca muere febrero,

todo se extiende

al mover tu cabeza,

alígero duende, y tú lo ignoras.

 

 

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SOBRE EL MURO GARABATEADO

SOBRE EL MURO GARABATEADO que sombrea los escasos asientos

el arco del cielo aparece

acabado.

Quién se acuerda ya del fuego que ardió impetuoso

en las venas del mundo; en un reposo

frío las formas, opacas, están desparramadas.

Veré de nuevo mañana los bancos

y la muralla y el acostumbrado camino. En el futuro que se abre las mañanas están ancladas como barcas en la rada.

 

 

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MEDITERRÁNEO

 

 

EN VÓRTICE SE ABATE

EN VÓRTICE SE ABATE

sobre mi cabeza reclinada

un sonido de ásperos campos.

Quema la tierra recorrida

de sesgadas sombras de pinastros,

y el mar al fondo vela,

más que las ramas, a la mirada

el bochorno que a trechos irrumpe

del veteado suelo.

Cuando es más sordo o menos el hervor de las aguas que se arremolinan

junto a largos bajíos me alcanza:

o es tal vez un bombo y un rebullir

de espuma sobre las rocas.

En cuanto levanto el rostro, cesan

los rugidos sobre mi cabeza: y se alzan

hacia las estrepitosas aguas,

flechas blanquiazules, dos arrendajos.

 

 

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ANTIGUO, ESTOY EBRIO POR LA VOZ

ANTIGUO, ESTOY EBRIO POR LA VOZ que salen de tus bocas

cuando se abren como verdes campanas y se vuelven atrás y se disuelven.

La casa de mis estíos lejanos

estaba a tu lado, lo sabes,

allá en el pueblo donde el sol abrasa

y nublan el aire los mosquitos.

Como entonces, hoy, en tu presencia callo, mar, mas ya no digno

me creo de la solemne admonición

de tu respiro. Primero dijiste

que el diminuto latir

de mi corazón era sólo un instante

del tuyo; que en mí estaba

tu peligrosa ley: ser vasto y diverso

y a la vez constante:

y vaciarme así de toda suciedad

como haces tú que arrojas a la orilla

entre corchos algas asterias

los inútiles escombros de tu abismo.

 

 

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LLEGA A VECES, REPENTINA

LLEGA A VECES, REPENTINA,

una hora en que tu corazón inhumano

nos asusta y del nuestro se separa.

Tu música discordia con la mía,

entonces, y es enemigo todo movimiento tuyo.

Me repliego en mí, vacío

de fuerzas, tu voz parece sorda.

Observo el pedregal

que hacia ti desciende

hasta la orilla escarpada que te domina,

quebrada, amarilla, surcada

de charcas de agua de lluvia.

Mi vida es este seco declive,

medio no fin, camino abierto a desembocaduras

de riachuelos, lento desmoronamiento.

Es ella, aún, esta planta

que nace de la devastación

y en el rostro lleva los golpes del mar

y está suspendida entre erráticas fuerzas de vientos.

Este pedazo de suelo sin hierba

se ha hendido para que naciese una margarita.

En ella titubeo ante el mar que me ofende,

falta aún el silencio en mi vida.

Miro la tierra que centellea,

el aire está tan sereno que se oscurece.

Y este que en mí crece

es tal vez el rencor

que todo hijo, mar, siente hacia el padre.

 

 

*****

 

HUBIERA QUERIDO SENTIRME ÁSPERO Y ESENCIAL

HUBIERA QUERIDO SENTIRME ÁSPERO Y ESENCIAL como lo guijarros que tú devuelves,

comidos por la sal;

astilla fuera del tiempo, testimonio

de una voluntad fría que no pasa.

Otro fui: hombre comedido que estudia

en sí, en los demás, el bullir de la vida fugaz –hombre que demora la acción, que nadie, en fin, destruye.

Quise buscar el mal

que carcome el mundo, la leve torcedura

de una palanca que detiene

el mecanismo universal; y vi todos

los sucesos del minuto

como prontos a desunirse de golpe.

Siguiendo el surco de un sendero tuve

lo opuesto en el corazón, con su oferta; y quizá

necesitaba el cuchillo que corta,

la mente que decide y determina.

Necesitaba otros libros,

y no tu página retumbante.

Mas no lamento nada; tú deshaces

aún los internos nudos con tu canto.

Ya tu delirio asciende hasta los astros.

 

 

*****

 

DISIPA TÚ SI QUIERES

DISIPA TÚ SI QUIERES

esta débil vida que se lamenta,

como la esponja el trazo

efímero de una pizarra.

Espero volver a tu círculo,

se cumple mi disperso pasar.

Mi venida era testimonio

de un orden que en el viaje olvidé,

dan fe estas palabras mías

de un evento imposible, y lo ignoran.

Mas siempre que no escuché

tu dulce resaca en las orillas

me asaltó un desazón

como la del falto de memoria

cuando recuerda su tierra.

Aprendida la lección,

más que de tu gloria

abierta, del jadear

que casi no se oye

de algún mediodía tuyo desolado,

a ti me entrego humildemente. No soy

más que pavesa de un tirso. Bien lo sé: arder, este, no otro, es mi significado.

 

 

*****

 

 

FIN DE LA INFANCIA

 

Retumbando se engolfaba

en la arqueada orilla

un mar pulsante, barrado de surcos, encrespado y vedijoso de espumas. Contra la desembocadura

de un torrente que rebosaba amarilleaba el oleaje.

Alrededor giraban virutas de algas

y troncos de árboles a la deriva.

En la concha hospitalaria

de la playa

solo unas cuantas casas

de añosos ladrillos, escarlatas, y ralos penachos

de tamariscos pálidos,

cada vez más; débiles criaturas perdidas en un horror de visiones. No era fácil mirarlos

para quien leía en aquellas apariencias inciertas

la música del alma inquieta

que no se decide.

Puras colinas cerraban alrededor

marina y casas; olivos las vestían

aquí y allá diseminados como rebaños,

o tenues como el humo de un caserío

que velejara

por la cara candente del cielo.

Entre manchas de viñedos y pinedas,

se divisaban pedreras

calvos y gibosos dorsos

de colinas: un hombre

que por allí pasase erguido sobre un muleto en el lavado azul quedaba impreso

para siempre –y en el recuerdo.

No se solía ir tras las crestas próximas

de aquellos montes; tampoco osa cruzarlas la memoria cansada.

Conozco los caminos que corrían sobre fosos encajonados, entre marañas de espino;

 

 

*****

 

 

SOLANAS Y SOMBRAS

SOLANAS Y SOMBRAS

llevaban a calveros, después entre barrancos, y aun se prolongaban

hacia rincones húmedos de moho,

cubiertos de sombras y silencios.

Aún me acuerdo maravillado de uno de ellos donde todo humano impulso

aparece sepultado

en aura milenaria.

Raramente se desvía alguna ráfaga

hasta aquel borde del mundo, que se asombra. Pero de los senderos se volvía.

Lograban estos una inestable

vicisitud de ignotos aspectos,

pero el ritmo que nos gobierna se nos escapaba. Cada momento ardía

en los instantes futuros sin dejar rastro.

Vivir era ventura demasiado nueva

de hora en hora, y el corazón latía.

No había norma,

surco fijo, confrontación,

para distinguir alegría de tristeza.

Pero reconducidos por la senda

a la casa de la orilla, al cerrado asilo

de nuestra asombrada infancia,

rápido respondía

a cada impulso del alma un consentimiento externo, se vestían de nombres

las cosas, nuestro mundo tenía un centro.

Estábamos en la edad virginal

en la que las nubes no son cifras o siglas sino las bellas hermanas que se mira viajar. Surgida de otra simiente

alimentada de una linfa distinta

de la nuestra, débil, parecía la naturaleza. En ella el asilo, en ella

las extáticas miradas; ella era el portento que no soñaba, o apenas, alcanzar

nuestra alma confusa.

Estábamos en la edad ilusa.

Volaron años cortos como días, sumergió toda certeza un mar florido y voraz que daba ya el aspecto dudoso de los vacilantes tamariscos. Debió surgir un alba que una línea

de luz sobre el umbral

pulido presagiaba como un agua;

y ciertamente corrimos

a abrir la puerta

estridente sobre el guijo del jardín.

El engaño se nos hizo evidente.

Pesadas nubes sobre el turbado mar

que ante nosotros hervía, pronto aparecieron. Estaba en el aire la espera

de un proceloso evento.

¡Extraña, esa zona

de la infancia que explora

un señalado patio como un mundo!

Llegaba para nosotros la hora que indaga.

La niñez había muerto en un corro.

¡Ah, el juego de los caníbales en el cañaveral,

los mostachos de palma, la deliciosa

recogida de los cartuchos disparados!

Volaba la bella edad como los barquitos sobre el hilo del mar a toda vela.

Ciertamente quedamos mudos a la espera del violento instante;

luego en la falsa calma

sobre las huecas aguas

debió de alzarse un viento.

 

 

*****

 

 

RIBERAS

 

Riberas,

bastan algunos tallos de espadaña

péndulos de un ribazo

sobre el delirio del mar;

o dos camelias cálidas

en los jardines desiertos,

y un eucalipto rubio que se zambulla

entre susurros y locos vuelos

en la luz;

y he aquí que en un instante

invisibles hilos se me enroscan,

mariposa en una telaraña

de temblores de olivos, de miradas de girasoles.

Dulce cautividad, hoy, riberas, de quien se entrega casi

a revivir un antiguo juego nunca olvidado.

Recuerdo el acre filtro que ofrecisteis

al extraviado adolescente, orillas:

en las claras mañanas se fundían

dorsos de colinas y cielo; en la arena

de las playas un amplio reflujo, un uniforme temblor de vidas

una fiebre del mundo; y cada cosa en sí misma parecía consumarse.

Oh entonces zarandeados

como el hueso de sepia por las olas desvanecerse poco a poco;

volverse

un árbol rugoso a una piedra

pulida por la mar; en los colores fundirse del ocaso; desaparecer carne para surgir fuente ebria de sol,

por el sol devorada…

Eran estos,

riberas, los votos del muchacho antiguo

que junto a una roída balaustrada lentamente moría sonriendo.

Cuánto, marinas, estas frías luces dicen a quien desgarrado os huía.

 

 

*****

 

 

RIBERAS

 

Cuchillas de agua revelándose entre aberturas de lábiles ramajes; rocas oscuras

entre la espuma; flechar de vencejos vagabundos…

¡Ah, podía creeros un día, oh tierras,

bellezas funerarias, áureas cornisas

en la agonía de cada ser.

Hoy vuelvo

a vosotras más fuerte, si no me engaño, aunque el corazón

parece deshacerse en recuerdos alegres –y atroces. Triste alma pasada

y tú, voluntad nueva que me llamas,

tiempo es quizá de uniros

en un tranquilo puerto de sabiduría. Y un día volverá la invitación

de voces de oro, de lisonjas audaces, alma mía no ya dividida. Piensa: trocar en himno la elegía: rehacerse, no faltar más.

Poder igual que estas ramas

ayer secas y desnudas y hoy llenas

de temblores y linfas,

sentir

mañana también nosotros entre los perfumes y los vientos un refluir de sueños, un loco urgir

de voces hacia un fin; ¡y en el sol que os inviste, riberas, reflorecer!

 

 

*****

 

 

 

LAS OCASIONES 1928-1939

 

 

 

VIEJOS VERSOS

 

Recuerdo la mariposa que había entrado

por los cristales entornados en el atardecer humoso

sobre la costa recogida, deslavada

por el fluir airado de la espuma.

Movía todo el aire del crepúsculo el tenue

y mortecino parpadeo de la línea

que divide agua y tierra; y el punto átono

del faro que titilaba sobre la

roca del Tino, cerúlea, tres veces

se dilató y se apagó en otro oro.

 

Mi madre estaba sentada a mi lado

junto a la mesa atestada de cartas

de juego alzadas de dos en dos como

campamentos enanos para los soldados

de los nietos ya desbandados por el sueño.

 

Se desataba desde lo alto, impetuoso,

un nimbo de aire helado, diluviaba

sobre el nido herrumbroso de Corniglia.

Luego la oscuridad fue completa, y desde el mar

un estruendo grave y asiduo como un largo

y regulado concierto, y el hincharse

de una ondulante palidez más allá del seto

podado de los pitósporos. En el breve

vano de mi cuarto, donde la lámpara

temblaba dentro de una telaraña fucsia,

penetró la mariposa, a la pantalla

llegó, y los abalorios que la envolvían

se trastornaron proyectando en los muros

reflejos sombreados semejantes a frisos,

y sobre el enlucido de las paredes corrió

un haz semoviente de gráciles hilos.

 

Era un insecto horrible de trompa

puntiaguda, los ojos envueltos como por una

rojiza fotosfera, en el dorso un cráneo

humano; y en torno emitía, si una mano

intentaba agarrarlo, un estridente silbido que aterraba.

 

Chocó varias veces, sordamente, con la mesa,

volvió a chocar con los cristales cerrados por el viento,

y, solo, encontró otra vez el camino del aire,

se perdió en las tinieblas. Desde el puerto

de Vernazza las luces se borraban, a ratos,

por el crecimiento de las olas

invisibles al fondo de la noche.

 

Luego la mariposa volvió al candil

que encerraba la lámpara, descendió

sobre los diarios de la mesa, removió

aleteando enloquecida las cartas

y se quedó para siempre

entre las cosas encerradas en un giro

 

seguro como el día, creciendo en la memoria,

solas, vivas con una vida

que desapareció bajo tierra: junto

con los rostros familiares que hoy dispersa

ya no el sueño sino otro hastío; al lado

 

de los muros antiguos, las playas, la tartana

que embarcaba

troncos de pino a bordo cada mes,

siguiendo al torrente que desciende

hacia el mar y su camino excava.

 

 

 

 

EL BALCÓN

 

Parecía fácil juego convertir en nada el espacio ante mí abierto, en un tedio incierto tu cierto fuego.

Ahora a ese vacío he unido

todos mis lentos motivos,

contra la ardua nada se despunta el ansia de esperarte vivo.

La vida que da vislumbres es la única que distingues. A ella te tiendes desde esta ventana que no se ilumina.

 

 

*****

 

 

LINDAU

La golondrina os lleva

briznas de hierba, no quiere que la vida pase. Pero entre los disques, de noche, el agua muerta desgasta las piedras.

Bajo las teas humeantes vaga

siempre alguna sombra por las playas vacías. En el cerco de la plaza una zarabanda

se agita al mugido de los barcos de paletas.

 

 

*****

 

 

I

DORA MARKUS I

 

Fue donde el puente de madera

lleva a Porto Corsini sobre la mar alta

y escasos hombres, casi inmóviles, arrojan o recogen las redes. Con un gesto

de la mano señalabas la otra orilla

invisible, tu patria verdadera.

Después, seguimos el canal hasta la dársena de la ciudad, lustrosa de hollín,

en la bajura donde se hundía

una primavera inerte, sin memoria.

Y aquí donde una antigua vida

se abigarra en una dulce

ansiedad de Oriente,

tus palabras se irisaban como las escamas del salmón moribundo.

Tu desasosiego me hace pensar

en las aves de paso que chocan con los faros en las noches tempestuosas:

también tu dulzura es una tormenta, remolinea y no aparece,

y sus reposos son aún más raros.

No sé cómo, extenuada, resistes

en este lago

de indiferencia que es tu corazón; tal vez

te salva un amuleto de guardas

junto al lápiz de labios,

la polvera, la lima: un ratón blanco

de marfil; ¡y así existes!

 

I

Ya en tu Carintia

de mirtos floridos y de estanques, inclinada sobre el borde observas

la carpa que pica con timidez,

o sigues sobre tilos, entre los erizados pináculos, las inflamaciones

de la tarde y en las aguas una llamarada de toldos de muelles y pensiones.

La tarde que se extiende

sobre la húmeda cuenca no trae con el latir de los motores

sino gemidos de ocas; y un interior de níveas mayólicas cuenta

al espejo ennegrecido que te vio

una historia diferentes de errores imperturbables y la graba

donde la esponja no llega.

¡Tu leyenda, Dora!

Pero ya está escrita en esas miradas de hombres que llevan patillas altivas y ralas en grandes

retratos de oro y vuelve

con cada acorde que emite

la armónica rota en la hora

que se oscurece, cada vez más tarde.

Allí está escrita. El siempreverde laurel para la cocina

resiste, la voz no cambia, Rávena está lejos, destila veneno una fe feroz.

¿Qué quieres de ti? No se ceden voz, leyenda, destino…

Pero es tarde, cada vez más tarde.

 

 

 

*****

 

 

II MOTETES

 

Sobre el volcán la flor.

  1. A. Bécquer

 

 

MUCHOS AÑOS, Y UNO MÁS DURO JUNTO AL LAGO

MUCHOS AÑOS, Y UNO MÁS DURO JUNTO AL LAGO extranjero sobre el que arden los ocasos.

Luego bajaste de los montes para volver a traerme

a San Jorge y el Dragón.

Si pudiera grabarlos en el pavés

que se agita bajo el azote del gregal

en el corazón… Y por ti descender a una gorga de fidelidad, inmortal.

 

 

 

 

*****

 

ADIOSES, SILBIDOS EN LA OSCURIDAD, GESTOS, TOSES

ADIOSES, SILBIDOS EN LA OSCURIDAD, GESTOS, TOSES y ventanillas bajadas. Es la hora. Tal vez

los autómatas tengan razón. ¡Cómo aparecen

por los pasillos, emparedados!

-¿También tú prestas a la ronca letanía de tu rápido esta hórrida y fiel cadencia de carioca?

 

 

*****

 

LA ESPERANZA DE VOLVER A VERTE

LA ESPERANZA DE VOLVER A VERTE me abandonaba;

y me pregunté si esto que me cierra

todo sentido de ti, pantalla de imágenes,

tiene los signos de la muerte o desde el pasado hay en ello, aunque distorsionado y lábil,

un deslumbramiento tuyo:

(en Módena, entre los pórticos, un criado con galones arrastraba dos chacales sujetos con correa).

 

 

*****

 

NO RECORTÉIS, TIJERAS, ESE ROSTRO

NO RECORTÉIS, TIJERAS, ESE ROSTRO solo en esta memoria que se rompe,

no hagáis de su gran semblante atento

mi neblina de siempre.

Cala un frío… Desmocha el duro golpe. Y ya la acacia herida se sacude

su costra de cigarra

en los primeros lodos de noviembre.

 

 

*****

 

 

III

de Canadá, tricúspide, que vibra

en el jardín a cada ráfaga…

es el signo de una vida que secunde

el mármol en cada escalón como la hiedra

desconfía del salto solitario

de los puentes que descubro desde esta altura;

de una clepsidra que no arena sino obras

mida y rostros humanos, plantas humanas;

de aguas compuestas bajo pabellones

y ya no iracundas de intentar fondos

de piedra pómez, ¿ha desaparecido? Un sonido largo emiten las terracotas, las estacas apenas

defienden las elipses de los convólvulos,

y las locustas renquean llovidas

sobre los libros desde las pérgolas; dura obra, tejedoras celestes, que es interrumpida

en el telar de los hombres. Y mañana…

 

 

*****

 

EL RUIDO DE LAS TEJAS DESTRUIDAS

EL RUIDO DE LAS TEJAS DESTRUIDAS por la tormenta

en el aire dilatado que no se hiende,

el inclinarse del álamo

 

 

*****

 

 

IV

 

Sap check’d with frost, and lusty leaves quite gones, Beauty o’ersnow’d and bareness every where.

Shakespeare, Sonnets, V

 

 

LA CASA DE LOS ADUANEROS

 

Tú no recuerdas la casa de los aduaneros

sobre el resalte que cae a plomo en la escollera: desolada te espera desde la noche

que en ella entró el enjambre de tus pensamientos y se detuvo inquieto.

El lebeche azota desde hace años los viejos muros y el sonido de tu risa ya no es alegre:

la brújula gira loca a la ventura

y el cálculo de los datos ya no cuadra.

Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna tu memoria; un hilo se devana.

Aún sujeto un extremo; pero se aleja la casa y sobre el techo la veleta ahumada gira sin piedad.

Sujeto un extremo, pero tú estás sola y aquí no respiras en la oscuridad.

¡Oh el horizonte en fuga, donde se enciende rara la luz del petrolero!

¿Está aquí el vado? (Rebulle el oleaje

aún sobre la peña que se derrumba…)

Tú no recuerdas la casa de esta

noche mía. Y no sé quién se va y quién se queda.

 

 

*****

 

 

 

LA TEMPESTAD Y OTRAS COSAS 1940-1954

 

 

 

I FINISTERRE

 

LA TORMENTA

 

 

Les princes n’ont point d’yeux pour voir ces grands merveilles, Leurs mains ne servent plus qu’a nous persécuter…

Agrippa D’Aubigné, Á Dieu

 

 

La tormenta que vierte sobre las hojas duras de la magnolia largos truenos marzales y granizo

(los sones de cristal en tu nido

nocturno te sorprenden, del oro

que se ha apagado sobre la caoba, sobre el canto de los libros encuadernados, quema aún

un grano de azúcar en la corteza

de tus párpados),

el relámpago que confita

árboles y muros y los sorprende en esa

eternidad de instante –mármol maná

y destrucción- que dentro de ti esculpida

llevas para tu condenación y que te ata

más que el amor a mí, extraña hermana,

y luego el rudo, estruendo, los sistros, el estremecerse de los tamboriles sobre la fosa oscura,

el pataleo del fandango, y encima

algún gesto vacilante…

Como cuando te volviste y con la mano, despejada

la frente de la nube del cabello,

me saludaste –para entrar en la oscuridad.

 

 

*****

 

 

DÍA Y NOCHE

 

Hasta una pluma que vuela puede dibujar

tu figura, o el rayo que juega al escondite entre los muebles, el reflejo del espejo

de un niño, desde los tejados. Sobre la muralla estelas de vapor prolongan las agujas

de los álamos y abajo en la percha se encrespa el loro del afilador. Después la noche sofocante

sobre la plazoleta, y los pasos, y siempre este duro esfuerzo de hundirse para resurgir iguales

desde hace siglos, o instantes, de pesadillas que no pueden volver a hallar la luz de tus ojos en el antro

incandescente –y de nuevo los mismos gritos y los largos llantos sobre la veranda

si retumba de improviso el golpe que te enrojece la garganta y te arranca la alas, oh peligrosa anunciadora del alba,

y se despiertan claustros y hospitales

a un grito desgarrado de trompetas…

 

 

*****

 

 

A MI MADRE

 

Ahora que el coro de las codornices

te acaricia en el sueño eterno, rota

la feliz formación que huye a las colinas vendimiadas del Mesco, ahora que la lucha de los vivos más arrecia, si tú cedes

como una sombra tu restos

(y no son una sombra, oh amable, no son lo que tú crees)

¿quién te protegerá? La vía libre

no es un camino, sólo dos manos, un rostro, esas manos, ese rostro, el gesto de una

vida que no es otra sino ella misma,

sólo esto te sitúa en el elíseo

lleno de almas y voces en que vives;

y la pregunta que tú dejas es también un gesto tuyo, a la sombra de las cruces.

 

 

*****

 

 

II DESPUÉS

 

UN BEDLINGTON SE ASOMA, OVEKITA azul, al temblor de esos troncones –Trinity Bridge– en el agua. Si se hunden como ratas de cloaca los amos

de ayer (¿de siempre?), los golpes martillean tus sienes aún ahí, en la corriente

del paraíso, son el gong que de nuevo

te requiere entre nosotros, hermana mía.

 

 

*****

 

 

III INTERMEDIO

 

 

DOS EN EL CREPÚSCULO

 

Fluye entre tú y yo en el belvedere

una claridad subacuática que deforma, junto con el perfil de las colinas, tu rostro. Permanece en un fondo huidizo, separado de ti, cada gesto tuyo; entra sin huella,

y desaparece, en el medio que rellena

cada surco y se cierra sobre tu paso:

tú aquí conmigo, en este aire que desciende para sellar

el torpor de las rocas.

Y yo, abatido en el poder que gravita alrededor, cedo

al sortilegio de no reconocer

ya nada de mí fuera de mí; si levanto apenas el brazo, se me hace ajeno

el acto, se rompe sobre un cristal, ignoto y pálido su recuerdo, y el gesto

ya no me pertenece;

si hablo, escucho esa voz, atónito, descender a su gama más remota

o apagada en el aire que no la sostiene.

Así en el punto que resiste la última consunción del día

dura el extravío; luego un soplo

reanima los valles en un frenético movimiento y deriva de las frondas un tenue sonido que se pierde

entre rápidas humaredas y los primeros faroles dibujan las gradas.

…las palabras caen leves entre nosotros. Te miro

en una muelle reverberación. No sé

si te conozco, sé que nunca estuve

tan separado de ti como en este lento

retorno. Unos pocos instantes lo han quemado todo de nosotros, excepto dos rostros, dos máscaras que se graban, forzadas,

de una sonrisa.

 

 

*****

 

 

IV

‹FLASHES› Y DEDICATORIAS

 

DEJANDO UN ‹DOVE›

 

Una paloma blanca me ha bajado

entre obelisco, bajo cúspides donde el cielo anida. Albas y luces, suspendidas; he amado el sol,

el color de la miel, ahora pido la sombra,

pido el fuego que incuba, esta tumba

que no vuela, tu mirada que la desafía.

 

 

*****

 

 

SOBRE EL LLOBREGAT

 

Desde el verde inmarcesible del alcanfor

dos notas, un intervalo de tercera mayor.

El cuco, no la lechuza, te dije; pero entretanto, bruscamente, tú habías pisado el acelerador.

 

 

*****

 

 

V SILVAE

 

LA ANGUILA

 

La anguila, la sirena

de los mares fríos que deja el Báltico

para llegar a nuestros mares,

a nuestros estuarios, a los ríos

que profunda remota, bajo la adversa crecida, de brazo en brazo, y luego

de hile en hilo, cada vez más finos,

cada vez más adentro, más en el corazón

de la peña, infiltrándose

por canales de lodo hasta que un día

una luz que cae de los castaños

enciende su brillo en charcas de agua muerta, en los fosos que declinan

desde los saltos de los Apeninos a la Romaña; la anguila, antorcha, látigo,

flecha de Amor en tierra

que sólo nuestras quiebras, los resecos arroyos pirenaicos reconducen

a paraísos de fecundación,

el alma verde que busca

vida allá donde sólo

muerden la desolación y la sequía,

la chispa que dice

que todo comienza cuando todo parece carbonizarse, tocón sepultado;

el iris breve, gemelo

del que engarzan tus pestañas

y haces brillar intacto entre los hijos

del hombre, inmersos en tu fango, ¿puedes tú no creer que es tu hermana?

 

 

*****

 

 

VI MADRIGALES PRIVADOS

 

 

SÉ QUE UN RAYO DE SOL (¿DE DIOS?)

SÉ QUE UN RAYO DE SOL (¿DE DIOS?) AÚN puede encarnarse si a los pies de la estatua

de Lucrecia (una noche se movió,

parpadeó) lanzas tu rostro contra el mío.

Aquí en el zaguán como sobre los tréboles; aquí en las escaleras como allá en el palco; siempre en la sombra: porque si disolvieras esa oscuridad mi golondrina sería halcón.

 

 

*****

 

¿LE HAS PUESTO MI NOMBRE A UN ÁRBOL?

¿LE HAS PUESTO MI NOMBRE A UN ÁRBOL?, NO ES POCO; sin embargo no me resigno a ser sombra, o tronco,

de un abandono en el suburbio. Yo el tuyo

se lo he puesto a un río, a un largo incendio, al crudo

juego de mi suerte, a la confianza sobrehumana con la que hablaste al sapo salido de la acequia, sin horror o piedad

o tripudio, al aliento de ese fuerte

y suave labio tuyo que logra,

nombrando, crear: sapo flor hierba escollo… encina dispuesta a desplegarse sobre nosotros cuando la lluvia lava los carnosos

pétalos del trébol y el fuego crece.

 

 

*****

 

 

VII CONCLUSIONES PROVISIONALES

 

 

PEQUEÑO TESTAMENTO

 

Esto que de noche relampaguea

en el casquete de mi pensamiento,

huella nacarada de caracol

o esmeril de cristal pisoteado,

no es luz de iglesia o de taller

que alimente

clérigo rojo, o negro.

Sólo este iris puedo

dejarte de testimonio

de una fe que fue combatida,

de una esperanza que ardió más lenta

que un duro tronco en el hogar.

Conserva su ceniza en tu polvera

cuando apagada toda luz

se haga infernal la sardana

y un sombrío Lucifer descienda hasta una orilla del Támesis, del Hudson o del Sena

batiendo sus alas de betún semi-

truncadas por el esfuerzo, para decirte: es la hora. No es una herencia, un amuleto

que pueda soportar la embestida de los monzones sobre la telaraña de la memoria,

pero una historia no dura sino en la ceniza

y persistencia es sólo la extinción.

Justa era la señal: quien la ha reconocido

no puede fallar en encontrarte.

Todos reconocen a los suyos: el orgullo

no era huida, la humildad no era

vil, el tenue resplandor frotado

allá abajo no era el de una cerilla.

 

 

*****

 

 

EL SUEÑO DEL PRISIONERO

 

Albas y noches varían aquí por pocos signos

El zigzag de los estorninos sobre los baluartes en los días de batalla, mis únicas alas,

en hilo de aire polar,

el ojo del cabo de guardia desde la tronera, crac de nueces aplastadas, un aceitoso crepitar desde los sótanos, asadores

reales o imaginados –pero la paja es oro, el farol vinoso es un hogar

si cuando duermo me creo a tus pies.

La purga dura desde siempre, sin un porqué. Dicen que quien abjura y firma

puede salvarse de este exterminio de ocas;

que quien se reprende a sí mismo, pero traiciona y vende carne de otros, agarra el cucharón

en vez de terminar en el pâté destinado a los Dioses pestilencias.

Torpe de pensamiento, llagado

por el punzante jergón, me he fundido

con el vuelo de polilla que mi suela pulveriza contra el pavimento,

con los quimonos cambiantes de las luces desplegadas a la aurora desde los torreones, he husmeado en el viento la chamusquina de las rosquillas en los hornos,

he mirado a mi alrededor, he suscitado

iris en horizontes de telarañas

y pétalos en el entramado de las rejas,

me he levantado, me he vuelto a caer

en el fondo donde el siglo es el minuto…

y los golpes se repiten y los pasos,

e ignoro aún si en el festín seré farcidor o farcido. Larga es la espera, no he terminado de soñar contigo.

 

 

*****

 

 

SATURA 1962-1970

 

 

EL

 

Los críticos repiten,

por mí despistados,

que mi tú es una institución.

Son esta falta mía habrían sabido

que en mí los muchos son uno aunque aparezcan multiplicados por los espejos. El mal

está en que el pájaro preso en la pajarera

si él es él o uno de sus excesivos

duplicados.

 

 

*****

 

 

XENIA I

 

HABÍAMOS ESTUDIADO PARA EL MÁS ALLÁ un silbido, una señal de reconocimiento. Intento modularlo en la esperanza

de que todos estemos ya muertos sin saberlo.

 

 

*****

 

DICEN

DICEN QUE LA MÍA

es una poesía de no pertenencia.

Mas si era tuya, era de alguien:

de ti que no eres ya forma, sino esencia. Dicen que la poesía en su culminación magnifica al todo en fuga,

niegan que la tortuga

sea más veloz que el rayo.

Sólo tú sabías que el movimiento

no es distinto del reposo,

que el vacío es lo lleno y el cielo despejado

es la más difusa de las nubes.

Así entiendo mejor tu largo viaje

aprisionada en vendas y escayolas.

Sin embargo no me tranquiliza

saber que, uno o los dos, somos una sola cosa.

 

 

*****

 

 

XENIA II

 

HE BAJADO, DE TU BRAZO, AL MENOS UN MILLÓN DE ESCALERAS y ahora que no estás hay el vacío en cada escalón.

Aun así ha sido breve nuestro largo viaje.

El mío dura todavía, y ya no necesito

los enlaces, las reservas,

las trampas, los oprobios de quien cree que la realidad es la que se ve.

He bajado millones de escaleras de tu brazo

y no porque con cuatro ojos quizá se vea más. Contigo las he bajado porque sabía que de los dos las únicas pupilas verdaderas, aunque tan ofuscadas, eran las tuyas.

 

 

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«¿Y EL PARAÍSO? ¿EXISTE UN PARAÍSO?»

«¿Y EL PARAÍSO? ¿EXISTE UN PARAÍSO?»

«Creo que sí, señora, pero los vinos dulces

ya no los quiere nadie.»

 

 

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SATURA I

 

 

EN EL ESCAPARATE

 

Las aves de mal agüero

búhos o lechuzas viven solamente

de casbas desnutridas o embalsamadas

en las vitrinas de los misántropos. Ahora bien, podría suceder que la golondrina

nidificara en un tubo y un imprudente muriera por asfixia. Es un incidente

raro y no cambia el cuadro.

 

 

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INTERCEPTACIÓN TELEFÓNICA

Creía ser un obispo

in partibus

(no importa la parte

con tal de que esté deshabitada) mas fui probablemente cardenal in pectore

sin ser informado de ello. Hasta el Papa al morirse

se olvidó de decirlo.

Puedo vivir así en la gloria (para lo que vale) con fe o sin fe y en cualquier país

mas fuera de la historia y vestido de paisano.

 

 

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SATURA II

 

 

AQUÍ Y ALLÁ

 

Hace tiempo que estamos ensayando la representación, pero lo malo es que no somos siempre los mismos. Muchos han muerto ya, otros cambian de sexo,

mudan barbas rostros lengua o edad.

Hace años que preparamos (hace siglos) los papeles, el parlamente principal o solamente

«el señor está servido» y nada más.

Hace milenios que esperamos que alguien

nos salude desde el proscenio con aplausos

o incluso con algún silbido, no importa,

con tal de que nos reconforte un nous sommes là. Por desgracia no pensamos en francés y así

nos quedamos siempre en el aquí y nunca en el allá.

 

 

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SIENTO REMORDIMIENTOS

SIENTO REMORDIMIENTOS POR HABER APLASTADO el mosquito en la pared,

la hormiga en el suelo.

Siento remordimientos, pero aquí estoy con traje oscuro para el congreso, para la recepción.

Siento dolor por todo, incluso por el ilota

que me propina consejos de participación, dolor por el pordiosero al que no doy limosna, dolor por el demente que preside el consejo de administración

 

 

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FIN DEL 68

 

He contemplado desde la luna, o casi,

el molesto planeta que contiene

filosofía, teología, política,

pornografía, literatura, ciencias

manifiestas o arcanas. En él está también el hombre, y yo entre estos. Y todo es muy extraño.

Dentro de pocas horas será de noche y el año terminará entre explosiones de champán

y de petardos. Quizá de bombas o de algo peor, mas no aquí donde estoy. Si uno muere

a nadie le importa con tal de que sea desconocido y lejano.

 

 

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EL NOTARIO

 

El notario ha anulado las planchas de mis originales

Todas menos una, yo mismo,

ya anulado en origen

y no por él.

 

 

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NO SE ESCONDE FUERA

 

del mundo quien lo salva y no lo sabe.

Es uno más como nosotros, no de los mejores.

 

 

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DIARIO DEL 71 Y DEL 72 1971-1972

 

 

 

COMO ZAQUEO

 

Se trata de trepar al sicomoro

para ver al Señor si acaso pasa.

Ay de mí, no soy un trepador y ni siquiera poniéndome de puntillas lo he visto jamás.

 

 

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DIARIO DEL 71

 

LO POSITIVO

 

Prosternémonos cuando sale el sol

y cada cual se vuelva hacia su Meca.

Si algo nos queda aún, un sí apenas, digámoslo, aunque sea con los ojos cerrados.

 

 

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LO NEGATIVO

 

Yemas de un solo huevo entran los jóvenes en las palestras de la vida. Venus

los conduce, Mercurio los divide,

Marte hará lo demás. No mucho tiempo brillará alguna luz sobre la Acrópolis

de esta primavera aún tímida.

 

 

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NO ME CANSO DE DECIRLE A MI ENTRENADOR

NO ME CANSO DE DECIRLE A MI ENTRENADOR tira la toalla

pero él no oye nada porque ni en el ring ni fuera

se le ha visto nunca.

Quizás, a su manera, trata de salvarme del deshonor. Que tanto se preocupe por mí, el idiota, o sea yo su bufón

me tiene en vilo entre la gratitud

y el furor.

 

 

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EL DOCTOR SCHWEITZER

EL DOCTOR SCHWEITZER

echaba peces vivos a pelícanos hambrientos. Son vida también los peces, alguien señalo, pero de jerarquía inferior.

¿A qué jerarquía pertenecemos nosotros y en qué fauces…? Aquí calló el teólogo y se enjugó el sudor.

 

 

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DIARIO DEL 72

 

TARDE O TEMPRANO

 

Creí de niño que no es el hombre

quien se mueve sino el fondo, el paisaje.

Fue cuando, quieto, vi desarrollarse

el lago de Lugano en el vodevil

de un tal Dall’Argine que probablemente

en homenaje a sí mismo, nomen omen, nunca dejó la orilla1. Luego me di cuenta

de mi pueril engaño y ahora sé

que, volante o pedestre, reposo o movimiento en nada difieren. A unos les gusta

beber la vida a gotas y a otros a tragos;

pero la botella es la que es, no se puede llenarla cuando está vacía.

 

 

 

 

 

1 Juego de palabras intraducible: argine, en italiano, significa «dique», por lo que el apellido Dall’Argine equivale a «desdeel dique». (N. del T.)

 

 

 

 

 

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EL PAGURO

 

El paguro no se anda con contemplaciones

cuando se mete en un caparazón con no es el suyo. Mas no deja de ser un ermitaño. Mi mal es

que si me salgo del mío no puedo entrar en el tuyo.

 

 

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LOS HOMBRES SE HAN ORGANIZADO

LOS HOMBRES SE HAN ORGANIZADO como si fueran mortales;

sin lo cual no tendríamos

días, diarios, cementerios, retales

de lo que ya no es.

Los hombres se han organizado como si fueran inmortales;

sin lo cual sería tonto creer

que en lo que es vive lo que fue.

 

 

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PARA TERMINAR

 

Recomiendo a mis herederos

(si los hubiere) en materia literaria,

lo que es improbable, que hagan

una bonita hoguera con todo lo que se refiere a mi vida, a mis hechos y a mis no hechos. No soy un Leopardi, dejo poco para quemar y ya es demasiado vivir a porcentaje.

Viví al cinco por ciento, no aumentéis

la dosis. Demasiado a menudo llueve

sobre mojado.

 

 

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CUADERNO DE CUATRO AÑOS 1973-1977

 

 

 

LOS PÁJAROS PARLANTES

 

La moral dispone de pocas palabras alguien ha contado cuatrocientas

y el récord permanece imbatido.

Ni siquiera los pájaros indios

que ahora están de moda

y se parecen a los mirlos2

rapaz pico de fuego y plumas negroazuladas consiguen decir más.

La diferencia está en las risas:

la del falso mirlo no es la nuestra,

tiene una diana, el hombre que se cree

más libre que él: que yo que paso

cada día y saludo a ese ovillo

de plumas y sonidos destinados a vivir menos que yo. Eso dicen, pero…

 

 

 

 

2 Se refiere al mahinat o miná, estórnido indio que aprende a hablar igual que los loros. (N. del T.)

 

 

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LA MEMORIA

 

La memoria fue un género literario desde antes que naciera la escritura. Se hizo después crónica y tradición pero olía ya a muerto.

La memoria viviente es inmemorial,

No surge de la mente, no se hunde en ella.

Se añade a la existente como una aureola

de niebla a la cabeza. Ya se ha esfumado, no es seguro que vuelva. No tiene siempre memoria

de sí.

 

 

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HE SEMBRADO EL ALFÉIZAR DE COMIDA DE PÁJAROS

HE SEMBRADO EL ALFÉIZAR DE COMIDA DE PÁJAROS para el concierto de mañana al alba.

He apagado la luz y he esperado el sueño.

Y por la pasarela ya comienza

el desfile de los muertos grandes y pequeños

que he conocido en mi vida. Arduo distinguir entre quienes quisiera o no quisiera que hubiesen vuelto entre nosotros. Allí donde están

parecen inalterables por un exceso

de sublimada corrupción. Hemos

hecho lo mejor posible para empeorar el mundo.

 

 

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EL HOMICIDIO NO ES MI FUENTE

EL HOMICIDIO NO ES MI FUENTE. Hombres, ninguno, quizás algún insecto, algún mosquito aplastado con una zapatilla contra la pared.

Durante muchos años se encargaron los mosquiteros de defenderlos. Luego, por muchísimo tiempo,

yo mismo me volví insecto, pero indefenso.

Ahora he descubierto que vivir

no es cuestión de dignidad o de otra

categoría moral. No depende,

no dependió de nosotros. La dependencia puede exaltarnos a veces, no nos alegra nunca.

 

 

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LA POESÍA

(En Italia)

 

Desde los albores del siglo se discute

si está lo poesía dentro o fuera.

Venció primero el dentro, luego contraatacó duramente el fuera y tras algunos años se llegó a un forfait

que no podría durar porque el fuera

está armado hasta los dientes.

 

 

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APAGADA LA IDENTIDAD

APAGADA LA IDENTIDAD

se puede estar vivo

en la neutralidad

de la piña vaciada de piñones

e ignorante de que la espera el horno. Esperará tal vez día tras día

sin saber que es ella misma.

 

 

 

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